Potestad-es

Potestad-es

La obra se centra en una familia de tres personas, madre, padre e hija. Quién la cuenta es un único actor, en éste caso Julio Calcagno a sus 82 años. El texto, cuenta con una fuerte carga dramática, aunque su principio es ameno y muestra comicidad.

Calcagno realiza una actuación naturalista con una escenografía escasa centrando así la atención en la interpretación. Excepto por la apuntadora en escena "Renata Denevi" que era un punto de fuga. Al entrar a la sala, era la primera que veíamos en escena, sentada, vestida de negro con una carpeta abierta en la mano y una mirada tan ansiosa como entusiasta. Supuse que se retiraría al entrar Calcagno, pero no lo hizo. Luego supuse que era una variación y que en vez de la esposa (como en la representación de Pavlovsky  en 1993) entraría como la hija, pero no. Sólo le dictaba el guión a Julio cuando no lo recordaba. Renata cual espectral sombra me distrajo bastante. La sala se reía a carcajadas durante la primer parte de la obra, mientras una muda voz milenial preguntaba porqué no usaban cucarachas. Por otra parte ¿cuál es la organicidad de la actuación con un texto dictado?

La carga dramática y la vitalidad que pone en juego Julio -recordando su edad- es realmente admirable. Genera un foco de atención interrumpido reiteradas veces por la apuntadora realizando su trabajo. ¿Es más importante seguir el texto palabra por palabra que generar un túnel de emociones ininterrumpidas en el espectador? Teniendo en cuenta, además, que Calcagno le hizo agregados al mismo. 


Al mirar a mi alrededor me encuentro con un público +60 y comprendo las estruendosas risas frente a la octogenaria presencia hablando de sus dolores y sobre la cotidianidad de su longeva relación matrimonial. Cual pacto frente al espejo, se reían de su reflejo.

Calcagno logra en el público la empatía y la aprobación desde un humor que poco a poco va hundiéndose en el drama. Se revela un secuestro, el personaje cuenta cómo "con hilo fino en los detalles" le arrebataron a su persona más amada, su hija. Los motivos del secuestro no se saben hasta el final de la obra.

En una entrevista publicada en la Diaria encontramos los motivos de llevar ésta obra a las tablas: "Es un trabajo muy grande para un tipo de 81 años, pero responde a una suerte de militancia." "...la tengo que hacer, aunque sea lo último". Por un lado encontramos la motivación política y por el otro, vemos el deseo personal, el capricho de realizar, como él dice, una obra "escrita como los dioses". 

Su dramaturgo fue Eduardo "Tato Pavlovsky, quien además de escribir, era actor, director y psicoterapeuta. Se trata de un monólogo "psico-polìtico" que escribió a principios de los 80´ en el correr de tres horas.

Mientras tanto, en la vecina orilla tuve la oportunidad de ver "Potestad" dirigida por Norman Briski. Norman, además de ser amigo y compañero de Tato, fue el primero en dirigir esta obra con el autor como intérprete del protagonista.

Este año, redobla la apuesta, Potestad es llevada a cabo en el teatro Caras y Caretas 2037, donde personas de diversas edades se enfrentan a una extensa fila a fin de ver este clásico de Pavlovsky, pincelado con estética del teatro Noh. El inicio de la obra es meramente sonoro, entrando en un clima de tinieblas hasta visualizar a la actriz María Onetto que pareciera levitar, sobrevolar el suelo con esos ropajes maravillosos diseñados por Renata Schussheim. En vez de sillas, hay tres pequeños puentes al estilo japonés y el plano de luces acompaña perfectamente la actuación formidable de María, que sale de lo naturalista para sumergirnos en esta belleza estética que no frecuentamos. 

Onetto habla como si fuese un hombre, pero poco rechina. El oído se acostumbra rápidamente, más rápido que acostumbrarse al lenguaje inclusivo. Es la primera vez que una mujer realiza este personaje, lo hace de forma magistral, el género se olvida. 

Pavlovsky consideraba lo micropolítico como un movimiento insumiso que estalla en lo cotidiano, un accionar que descoloca los sistemas establecidos de representación. Por tanto, me doy la libertad de decir que llevar a escena Potestad con una mujer como protagonista, es un acto micropolítico. Para el teatro Noh, en escena están los vivos y los espíritus, Briski y María invocaron un pedacito de Tato, no sólo por el hecho político sino hasta por gestualidades que Onetto toma del autor. 

Lanzan esta obra como "una advertencia feroz", para no olvidarse -teniendo en cuenta como viene el paño latinoamericano- que lo sucedido puede volver a suceder, y aún faltan 600 nietos por encontrar. Los invito a googlear "represión en ar" y leer los titulares que aparecen. 

Mientras en Montevideo nos debatimos si ir a ver una obra cuya escenografía es un living, o si mejor mirar una de personas en pelotas tirándose yogurt, harina o lo que encuentren en la cocina, en Bs As siempre podemos ver alguna obra magistral con contenido crítico que interpele de lleno nuestras emociones y pensamientos.

¡CUIDADO! SPOILER - Llegando al final de la obra se revela que el personaje es un doctor colaborador de la dictadura. A quien llamaron militares para corroborar si unos "rojos" estaban vivos. La joven pareja yacía en una cama con las caras desfiguradas por las balas del fascismo. "¡El papá y la mamá de Adriana eran fanáticos, Tita! ¡A estos hijos de mil putas, si no los cagaban a balazos en la cama te cagaban ellos, te hacían volar la casa...! Estaban ahí... yo me acerqué a la cama... eran jóvenes..." 

"Hijos de puta, tenían una criatura" decía al lado de los cadáveres "terroristas" mientras miraba a Adriana, quien sería su hija durante años. La llevó a su casa, pidió a su mujer que no preguntara, que guardara silencio, que esa niña se la había ganado. 

El espectador pasa la obra empatizando con el pobre hombre al que su mujer no mira y le han arrebatado a la persona más amada. 

"Yo pensaba que la maldad era cosa abstracta, ¡teórica! Pero cuando la veo encarnada en personas de carne y hueso, que gritan, se ríen, gesticulan, insultan y persiguen, como si hubieran nacido para eso, ¡¡para perseguir!!".

Al dar vuelta la historia crea una especie de estupefacción, se genera un rechazo a la figura que se miró con cariño, sin deshacerse de la sensación de angustia que provoca el secuestro de un hijo. Se genera un conflicto moral interno, un cruce de emociones en contradicción, la piel se eriza y los ojos se enrojecen. 

 

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