Lo fundamental es la existencia del otro

Lo fundamental es la existencia del otro

Crítica sobre la obra de teatro Tebasland de Sergio Blanco, presentado en la Sala Principal del Teatro Solís el 4 y 5 de abril del 2018.
Escrita por Luisina Fungi.

Cautivadora de principio a fin. Gana la atención total desde el inicio con un escenario descubierto y el telón en alto. Observamos la escenografía desde el primer momento y a los protagonistas en escena, que caminan sobre un espacio delimitado que nos sitúa en una cancha de básquet con un ambiente carcelario. Una jaula que representa una celda, con rejas muy similares a las que hay en la cárcel. Pocos son los elementos en escena: un banco largo, un escritorio, una silla, una cámara sobre un trípode recurso que utilizan los personajes, un micrófono y la pelota. La iluminación es fría, sin generarse cambios estéticos, todo pasa a través de los visual, lo auditivo y lo conceptual.

Sergio Blanco, autor y director (al mismo tiempo aludiéndose como uno de los protagonistas principales de la obra llamándose S, interpretado por Gustavo Saffores, que también en otros momentos, interpreta a Sergio), nos presenta a un psicólogo y dramaturgo que se entrevista en la cárcel con Martin Santos (interpretado por Bruno Pereyra), un parricida sobre el cual se inspiran los relatos de esta extraordinaria obra basada en hechos reales.

S comienza a narrar la historia saliendo de la jaula, pronunciando su voz y apoderándose del silencio en la sala. Se presenta como dramaturgo y director uruguayo radicado en Francia hace varios años, nos cuenta el proceso del proyecto, lo que nos revela un metateatro, siendo una obra que narra cómo fue creada dentro de la misma.

Luego presenta a Martin como si el actor fuese el verdadero Martin (cuenta que el Ministerio no dejó que el auténtico pudiera ser parte del elenco) y acto seguido revela que el parricida está entre nosotros, entre el público del teatro, lo que genera reacción entre el aforo, que comienza a mirar a su alrededor con miradas de intriga, asombro y hasta en algunos casos miedo, por unos segundos se genera un clima tenso, y continúa su monologo. Por ultimo nos presenta a Federico (el intérprete de Martin), nos aclara que es una representación y que es un actor, cuenta qué lo eligió por existir varias similitudes ambiguas entre el protagonista real de la historia y este interprete.

Lo destacable de esta obra es que la construcción de la historia la termina de crear el espectador, la visión del otro es muy importante. Como menciona Sergio en una de sus entrevistas "El cine es un arte ya viejo ligado al siglo de la imagen, el siglo XX. El siglo XXI es el siglo de la mirada, y el teatro viene de Theátron, que quiere decir "mirador". Por tanto todo es subjetivo y queda ligado al espectador.

Más adelante, Sergio se dirige al exterior de la jaula para comunicarse una vez más directamente con el público. Nos cuenta que Martin realmente no está en la sala, así como los del Ministerio no lo dejaron ser parte del elenco tampoco lo dejaron asistir a las funciones, por lo que nos explica el porqué de un sistema audiovisual que implementó, para que lo que se está representando llegue directamente a Martin como a otros reclusos en diversas cárceles del país. Recurso muy interesante ya que siempre en el teatro el protagonista visualiza a su público y en este caso contaba con un público no visible en la sala.

El manejo de las diferentes situaciones es fantástico; genera tres tiempos de una misma historia, tres miradas constantes, un mismo escenario, dos protagonistas representando dos papeles simultáneos cada uno; utilizando recursos literarios como espacialidades (las salidas y las entradas de la celda), se hablaba por un micrófono (le habla al sonidista como parte de la obra), el fluir es natural, el vínculo con el público es directo como indirecto; la narrativa nos pasea por la historia con diferentes miradas. Constantemente recalca la idea del otro.

Cabe destacar el marco teórico que tiene esta historia; constantemente nos cita autores que nos remiten a hechos históricos y complementan la idea a trasmitir, pero no desde un punto de vista formal, sino que siempre abriendo nuevas puertas al espectador, así es como Blanco denomina a su obra como una autoficción, un género casi exclusivo de la literatura. Jugando con un hibrido entre la realidad y la ficción. A través de la intertextualidad de sus citas, por ejemplo, menciona autores como Freud, Dostoievski, entre otros, que contextualizan el recorrido de determinados paradigmas.

Otro elemento atractivo en su abordaje, es la utilización de grandes mitos, haciendo de estos relatos breves, la esencia de la humanidad. Por ejemplo con el mito de Edipo, aborda el concepto del parricidio y sus consecuencias.

Para cerrar, otra peculiaridad que no quisiera dejar afuera es la relación que genera con las diversas canciones que son reproducidas en la obra, desde Amada amante de Roberto Carlos hasta, pasando por Mozart y culminando con U2. Derrumba los muros entre lo popular, lo clásico y el rock. Con cada género identifica a cada personaje describiéndolos como "temperaturas acústicas".

Una excelente obra que nos deja mucho que pensar, planteando un mensaje con infinitas interpretaciones.

Luisina Fungi

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