La extinción del Rinoceronte blanco puede no ser un hecho

La extinción del Rinoceronte blanco puede no ser un hecho

Crítica sobre "Rinocerontes" presentada en la Sala del Teatro Solís. 
Escrita por Mathías Fuentes. 

 

Identificarse con Berenger o el resto de los personajes se torna algo inevitable, mientras el eje de la obra articula una decisión que puede ser tomada a conciencia o inconciencia: transformarse en un animal salvaje, el Rinoceronte. Un ser herbívoro, de naturaleza solitaria, territorial, violento, grotesca y acorazado.

En la obra de Eugéne Ionesco todos los personajes salvo Berenger, se transforman completamente en rinocerontes, ésta parecería ser la evolución natural de la especie "humana"; la metáfora se ve sosa, ser un rinoceronte o ser un hombre. Aún ante esta premisa fuera de lo fáctico de la transformación corporal en sí, se contemplan cortas diferencias entre los rinocerontes y nuestra especie a lo largo de la obra. El libro de Ionesco publicado en 1958 manifiesta su visión satírica de la realidad, exhibiendo diferentes temáticas: la tergiversación intelectual, la pérdida de conciencia, el humor frente a la desesperanza, la inestabilidad de un individuo que al no reconocerse en un otro se desmorona; la pieza expresa con humor el peligro que implica descartar toda capacidad reflexiva con tal de pertenecer, quizá por instinto gregario, comodidad, insatisfacción o hasta incapacidad. El orden reflexivo se disipa frente a la construcción de un líder o un ídolo, una amenaza hecha realidad en todos los períodos de la humanidad (sería suficiente nombrar a Maduro o a Trump).

Conociendo la estrecha vinculación cronológica de la publicación del libro al genocidio judío, y las citas realizadas por el autor acerca del porqué de la iniciación dramatúrgica, Ionesco establece la relación de su inspiración ligada a un texto de Denis de Rougemont que relataba la histeria colectiva provocada por Hitler en una manifestación de la Alemania nazi.

La Comedia Nacional versionada y dirigida por Álvaro Ahunchain realiza una versión del clásico contemporáneo en la sala principal del teatro Solís, muy fiel al texto original.

La escenografía es quizá el punto más fuerte de la obra; la disposición estructural del decorado es accesible para el espectador, donde cada objeto parece estar en el lugar preciso para que todo dialogue. Por momentos se cuestiona la dificultad de un texto vigente en contenido pero no en vocabulario, apareciendo en ocasiones como un obstáculo para la credibilidad del actor, aspecto que genera menor empatía o dificultad de posicionarse en el espacio temporalidad del libreto, para el espectador.

La historia está planteada en tres actos con la escenografía a dos niveles, la vereda de un bar y el primer piso de la oficina donde trabaja Berenger, es donde se establece el primer acto; los dos actos siguientes plantean una escenografía dinámica donde lo que se rompe vuelve a armarse de un modo lúdico, paradójicamente a lo que sucede en la cotidianeidad lo que se rompe podría estar hecho para eso y reestablecer un orden aleatorio si se quiere más tarde, cada individualidad se vive en una construcción social móvil. Entre el primer y segundo acto el monólogo realizado por el personaje del lógico (Leandro Íbero Núñez) entusiasma, reubica y desemboca en una atmósfera analítica que da paso a un discurso diagramado en la línea del absurdo, tal como lo definió Martín Esslin en su libro "El teatro del absurdo" en 1960, la lógica es representada como el metarrelato capaz de convencer a la masividad a través de un sinfín de alucinaciones intelectuales sin sentido alguno. El segundo intervalo le corresponde a las imágenes de una de las manifestaciones Nazis mencionadas anteriormente. El impacto es inmediato, la utilización del vídeo obliga nuevamente a la conexión del espectador con el universo macro, presentándolo como la deglución a los hechos transcurridos hasta entonces en la obra.

Particularmente se me hizo inevitable salir con ciertas reflexiones y sensaciones abiertas e irresueltas. En principio el agrado de ver tantos adolescentes convocados en una sala bastante concurrida un sábado a la noche, con una participación de público diversa en franjas etarias y aparentes contextos; la simbología que aún permanece en la cultura asociada al teatro, y aún más tratándose del Solís intentando acercarse a las masas en un lugar donde el status socioeconómico triunfante pertenecía a una élite minoritaria; luego el hastío que provocaron sus intervenciones fuera de contexto en gritos o burlas, que interrumpían la concentración en el transcurso de la pieza, estableciendo conexión con parte del caos del que habla la obra; y por último la angustia de convivir con el "absurdo" esa es la percepción más fuerte , dado que la funciòn hace referencia a la multiplicidad de factores aparentemente desconectados con tonos en lo delirante, lo grotesco, el desorden y el sinsentido siendo la actualidad el mayor ejemplo de absurdo existente.

La extinción del rinoceronte negro podría ser una barbarie nimia frente a otras de índole más violentas aún, otro de los temas que nos acerca a la semejanza con este animal que no arremete más que desde su instinto, un instinto que los humanos todavía estamos intentando reubicar para no autodestruirnos.

Fotografías de la Comedia Nacional.

 

Mathías Fuentes

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