Gabriel Sosa

Gabriel Sosa

De niño soñaba con llegar a ser un gran actor de series juveniles o películas de drama. Su entidad le tira hasta el dia de hoy, hacia expresiones físico-mentales que atraviesen temáticas sobre el amor, el género, lo efímero del mundo, la vida humana en toda una verdadera identidad no visible ante la sociedad. En su universo personal, jugaba a dar entrevistas en proceso de rodajes sobre películas donde trabajaba.

Toda una trayectoria intentando ser actor, hasta encontrar en el camino un verdadero lazo apasionado por la danza. Frente al aburrimiento de someterse a representaciones escénicas, hoy su interés va más allá: la performance, la creación, la investigación, la escritura. Una escritura poética, punzante impresa en su propio cuerpo con todos sus deseos, intereses, inquietudes, donde las páginas son su anatomía y su alma.

Estudiante de Psicología desde 2017. Hoy pertenece a la primera generación de la Licenciatura en Danza Contemporánea (UDELAR) donde sigue solapando sus ambiciones futuras en el campo de las artes. Su lugar, la danza de su vida.

 

 

 

 

 

Romper la regla

Trabajo de reflexión sobre el Programa Jóvenes Críticos

Siempre supe que llegaría el momento de enfrentarme a este texto. No es tarea fácil plasmar tanta información en el cuerpo durante estos meses. De algo estaba seguro, no pretendo ni que sea un devenir del lenguaje académico, ni tampoco algo que desborde de emoción a los críticos lectores.

Un ejercicio interesante que estuve haciendo en este breve e intenso tiempo, fue intentar comprender cuál era mi forma de escribir como crítico de artes escénicas.

Después de esta lúdica manera de ser crítico de mis propias críticas, pude encontrar en aquellas creaciones, una intensidad punzante, poética que me diferenciaba del resto. Este no es tampoco una teoría narcisista propia, sino que, me enfrentado a críticas orales de mi público lector que concuerdan con esta afirmación. Es por eso, que decido mantener la naturaleza de mi lenguaje crudo y sensible, sin respetar normas.

Algunos autores sostienen que la crítica es una herramienta valorativa e informativa que desplaza valor al hecho cultural. Pero desde mis ojos, es mucho más que eso: la crítica es parte de la obra, de su dramaturgia, de su proceso.

La crítica no solo es para mi un texto que informa sobre mi mirada accionando la recepción de un trabajo, hay más: es la relación entre mi lugar de espectador, la amplitud de mis emociones, entendimientos, de mi lectura por lo que estoy siendo afectado. El papel de las artes escénicas y del cine tienen eso de particular, traspasan la anatomía y la mente de sus cómplices. Su especialidad.

La conexión existente entre una materia receptora de una obra vivencial, es fascinante. Creo que paso mis tiempo observando los espectadores que la propia obra o película. El intercambio de feedbacks que se generan por fuera de las salas, es la última pieza para la escritura de una crítica.

Esto hace que no solo sea una subjetividad individual sino que, engloba una serie de pensamientos, una ficción entre distintos focos que enriquecen estos hechos culturales. Pero está aquí el otro problema epistemológico de la crítica: el papel de la cultura.

Hay algo que me gusta denominar la naturaleza de la cultura. 

La naturaleza cultural parte del contexto en el que nacemos, incluso las obras dialogan en un tiempo específico, haciendo hincapié en lo cultural de aquella época. La cultura de la que hablo, no es la que se paga una entrada para ir a ver un espectáculo, sino que contiene un carácter más sociológico, político que sin dudas influye en los modos de recibir y compenetrarse en una obra artística.

Dice Omar Rincón en uno de sus textos: "Todo es muy complejo en la cultura, y cuando se simplifican se pierden los matices, las ambigüedades, los juegos de sentido y poder"

Este breve discurso al que hace referencia, me hace pensar sobre esa naturaleza cultural. Es decir, considero que analizar tanto un acontecimiento artístico que se basa en las experiencias culturales de cada sujeto, infiere notoriamente en la capacidad de una opinión sensible, fuera de un campo más objetivo y social. Dando la razón a autores que hablan no de cultura, sino de discursos. Discursos que sin duda, expresan sobre el área relaciones de poder a las que culturalmente fuimos aprehendidos. La cultura es un discurso jerárquico y político.

Me interesa traer esto a este texto, porque tiene cierta complejidad a la que me enfrento desde mi rol de crítico. La potencialidad de la crítica es otorgada por el contexto en el que se ubica. No es lo mismo para un crítico escribir sobre una obra clásica medieval en la contemporaneidad, de igual modo en el territorio en el que la crítica es parida.

Pero existe en este punto otro gran problema para los críticos: la dualidad entre la objetividad y la subjetividad. Si bien los textos que se publican, contaminan en la genuinidad de cada crítico, es terreno de barro a la hora de escribir. Pensas en muchas cosas, en tu naturaleza, en tus ideologías, en tus gustos sobre las artes escénicas. 

Una vez en un taller del programa "Jóvenes Críticos" nos dijeron que no hay peor critica que las que no se publican y es tal cual. Tampoco creo que exista una buena o mala crítica, solo hay críticas, modos de ver, de leer el arte.

Cito entonces las palabras de  Roland Barthes en su libro ¨Más allá del lenguaje: el susurro entre la palabra y la escritura" 

¨Hasta el infinito: no hay límite estructural que pueda cancelar la lectura: se pueden hacer retroceder hasta el infinito los límites de lo legible, decidir que todo es, en definitiva, legible (por ilegible que parezca), pero también en sentido inverso, se puede decidir que en el fondo de todo texto, por legible que haya sido en su concepción, hay, queda todavía, un resto de ilegibilidad¨.

Puede que esto sea una especie de autoentrevista, siento que me respondo a mis mismo preguntas que me hago. Este es lo maravilloso de escribir críticas, de jugar a ser periodistas culturales: tanto las artes escénicas como el cine, impactan dramaturgias infinitas de discusión y creación de sentidos entre el arte y los espectadores. Sin ningún tipo de límite de edad, ni jerarquía social. Son la expansión de la sensibilidad plasmada en un derecho cultural de cada ciudadano. 

Romper las regla de la crítica clásica, comunicar desde mi esencia una obra de arte.

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