El quiebre
Escrita por Romina Colman. Fotografía de Sabina Harari. En una noche lluviosa de sábado, a pesar del clima, la Sala Atahualpa, casi sin darnos cuenta, no deja entrever tantas butacas vacías. En el escenario se encuentran tres sillas, y absolutamente nada más, como si la obra nos dejara en claro en qué lugar físico se va a desarrollar.
En una de esas sillas se encontraba Julio Calcagno, sentado, esperando a que todos tomemos nuestros respectivos lugares y así dar comienzo a la función, mientras al fondo del escenario, se visualizaba a la actriz Renata Denevi, vestida de negro, caminando con lentitud, portando una carpeta llena de hojas donde se especula, que está leyendo algo.
De pronto, se apagan las luces, y comienza la función. Calcagno comienza con unos movimientos limpios y precisos, haciéndonos sonreír por la agilidad de ese hombre con tantos años de trayectoria. Nos cuenta cómo se encontraba su mujer Ana María un sábado a las 15:30hs de la tarde. Nos explicó cómo se querían sin decirse nada e incluso, sin mirarse. Aquí me doy cuenta, que entre los espectadores, se encontraban parejas de edad avanzada, dónde podían sentirse así, como él, en ese escenario y me sentí un poco más cómoda que de lo habitual, porque así, se sienten los abuelos.
Acto siguiente, nos cuenta, que en ese espacio, también estaba ocupado por su hija Adriana. Aquí hace exactamente lo mismo que con su mujer, repite la forma en qué estaban sentadas, haciendo el mismo juego de posturas, ágiles y divertidas. Hasta que en un momento, sentimos un ruido bastante fuerte que nos pone en alerta, del siguiente acto. Se llevan a Adriana, unos hombres con uniforme. En ese entonces, esos hombres tenían la autoridad suficiente para hacer lo que quisieran, y así fue. Nos encontramos a Julio desconcertado, triste y perdido. Mientras dice su parlamento, Denevi lo acompaña y repite exactamente lo mismo, al parecer no está tan sólo como él nos hace creer.
A medida que transcurre la obra, en realidad sentimos que estamos viendo un montón de escenas, con un montón de objetos, pero en realidad estamos viendo un rectángulo, siendo apuntado por una luz dónde dentro, se encuentra Calcagno, y por fuera está Denevi con sus hojas, caminando de un lado a otro. Es increíble cómo nos transporta de un escenario a otro. Calcagno nos llena la mente de escenas realmente hermosas, de cuando su hija era pequeña y nos hace parte de eso. Nos cuenta cómo él se sintió día a día luego de su desaparición, y de cómo la estaba pasando Ana María. En este momento me adentro un poco más en esa butaca, que estando acompañada de personas de entre 50 y 80 años, me amargué un poco, esa historia no era mía, ni siquiera de alguien que pude llegar a conocer, pero la sentí casi que propia, quizá como el resto de los espectadores, que en algunos rostros se despertaba algún dolor pasado.
A esta altura de la obra, estábamos un poco golpeados, y se tornaba más triste que antes, hasta nos cuenta la llegada de su hija, que en una revisión casi que cotidiana en su rubro de doctor, verifica la muerte provocada por aquellos hombres uniformados en esa época, aquí es dónde encuentra a una bebé, la cual se va a adueñar y casi que obligarla a ser suya.
Aquí vemos el excelente trabajo de Fernando Condon que ocupaba las consolas de sonido y nos acompañó en todo momento para sí quizá ubicarnos y estar un poco más atentos de la siguiente escena. Contamos con una iluminación concreta de parte de Hector Guido, siguiendo casi que con nuestros ojos, jugando con nuestra atención y provocando que sólo nos enfoquemos en Julio.
Esta obra nos hace participar de aquellos actos que se vivieron en la época de las dictaduras en América Latina, precisamente en Argentina y Uruguay. Dónde nadie se olvida y no se permite olvidar. Pavlosky una vez más, hace denuncia a esta época que nos persigue y nos hace quebrar o asustar cada vez que miramos, escuchamos o leemos sobre esto.
Luego de su estreno en 1986, con el mismo Julio Calcagno en escena y Walter Silva dirigiendo, se cumplen más de 30 años de su estreno y se presentan los Sábados a las 20:30hs y los Domingos a las 19:00hs en la Sala Atahualpa.
Ficha técnica.
Autor: Eduardo Pavlosky.
ntérpretes: Julio Calcagno y Renata Denevi.
Dirección: Walter Silva.
Asistente dirección: Daniel Alonso.
luminación: Hector Guido. Ambientación sonora: Fernando Condon.