Desde lo desconocido hacia la perfección
Escrita por Santiago Echande No es solo la experiencia de los creadores lo que construye arte, significado y belleza a partir de "la nada" -aunque el texto que le fue ofrecido a Diego Arbelo esté muy lejos de ser "la nada"- sino que es el lugar donde se paran frente al desafío de la creación lo que determinará el tipo de búsqueda y la calidad del resultado. Cuando la incertidumbre y lo desconocido generan en el artista atracción y entusiasmo, no cabe esperar menos que un trabajo memorable.
Una sala cálida, como lo es la Zavala Muniz, y un texto que extrae la frialdad con que nos vinculamos en el siglo XXI. Una puesta en escena dinámica y veloz, reflejo del mundo contemporáneo. Idas y venidas buscando quien sabe si algo. Una hija, una madre, una abuela, un padre distanciado, una vecina desgraciada, el jefe y amante, su mujer y un novio, son las notas que componen esta decadente pero enérgica pieza, donde las mujeres son los ejes sobre las que se dibujan. Tal vez el sexo femenino sea el más perjudicado por decisiones que otros tomaron y esa sea una de las piedras que nos tira el autor Ivor Martinic.
En este drama, Mirjana se va desenvolviendo con más desencuentros que encuentros. Mirjana se sienta, fuma un cigarro y se toma un café, desde ella se extiende una mesa larga que al alejarse pareciera convertirse en otra cosa. Detrás de ella toma forma un mundo infinito de estructuras que se repiten en la quietud de un cuadro gigantezco.
La obra avanza y la mesa ya no es mesa, y el cuadro ya no es cuadro. La estructura que se empieza a dibujar es la de una madre, hija, amiga, vecina, empleada, amante, ex esposa. Una mujer construye su entorno como puede, con la falta de materiales que la conforman. Necesidades elementales que no fueron satisfechas en los momentos decisivos de su vida hoy maduran incompletas, no pudiendo hacer otra cosa que reproducir la inconformidad. La falta de comprensión y de amor que tanto daño generó en ella hoy vuelve como un boomerang sobre sus seres queridos. Pero siempre somos nosotros en el hoy los que tomamos las decisiones, siempre tenemos la posibilidad de elegir, elegir repetir o elegir cambiar. Aunque no siempre tenemos la fuerza, y la presente conciencia de saber que estamos en el lugar que estamos por las decisiones que tomamos, y por las decisiones que tomaron sobre nosotros.
Esta obra nos invita a reflexionar sobre nuestros vínculos: ¿Somos capaces de reconocer nuestras debilidades, nuestras lagunas, nuestros puntos inflexibles? Esas heridas que cuando se empiezan a abrir de nuevo nos hacen estallar y caer en el mismo lugar, entramos automáticamente en ese túnel que nos devuelve al casillero anterior, como un momento decisivo en el que nos sobreponemos o nos desviamos.
Solo un personaje en este drama tan cotidiano parece conservar la esperanza, la frescura, la libertad, la inocencia, la fuerza y las ganas de vivir con plenitud. Veronika, la hija, es quien sueña, quien sigue haciendo temblar su entorno y quien se pregunta si podría estar en un lugar mejor, haciendo lo que ama y lo que siente en sus venas. ¿Será que este autor jóven que es Martinic nos reclama poner atención y escuchar a los jóvenes? Cuidar y nutrir esa energía voraz que posee la fuerza de cambiar nuestra realidad, como en determinado momento lo hace con su abuela, que cuando entra en contacto con Verónika aquella parece rejuvenecerse.
Poco tiempo nos deja Arbelo para pensar algo, rápidamente nos invade una fuerza que comienza a movilizarnos desde el interior, los personajes sostienen una tensión desde el primer momento que nos llena de intriga y nos vemos envueltos en un juego del que queremos saber más, ver más, escuchar más. Los vínculos se suceden frente nuestro, la escenografía muta en la medida en que las circunstancias lo necesita.
Diego Arbelo y Gustavo Petkoff han logrado con plena conciencia y trabajo construir un pequeño mundo tan funcional como poético a través de la escenografía que aquí se nos ofrece. Arbelo supo desde el primer momento que el "espacio iba a determinar la actuación, y determinarla en gran parte" y transmitió a su compañero la necesidad de resolver los espacios y los elementos cuanto antes, sin más hechos que un puñado de bocetos, depositando en su escenógrafo las incertidumbres y dificultades algo más desenmarañadas, y si las certezas de no querer ser descriptivo y apostar a lo poético.
A partir de aquí se empieza a generar un lenguaje propio de ambos creadores surgido de la necesidad de resolver el espacio. El vuelo que despertó en Arbelo el texto de Martinic encontró impulso en la experiencia de Petkoff para terminar concretando un espacio tan poco convencional, que al contrario de ordenar nuestra mirada como espectadores, nos fuerza a hacer uso también de nuestra creatividad e imaginación, y que mejor para el espectador teatral de nuestra época, que ser respetado de esta manera, como seres activos y participativos en la creación de un significado.
La presente necesidad de resolver el espacio hizo que Arbelo tomara conciencia de un episodio casual dado durante un ensayo donde él mismo había juntado las mesas para que los actores se reunieran y apoyaran sus libretos. Al ver que ese rejunte de mesas funcionaba como lugar de convivencia entre las distintas situaciones planteadas por el texto, no pasaron dos días para que el director avanzara y tomara la decisión, incluyendo la extrañeza de trabajar en torno a esta propuesta. Por otro lado, los creadores fueron generando distintas imágenes posibles para un nuevo espacio, surgidas de lo que Arbelo extrae de la abstracción de la mente de Mirjana y que se imagina como un laberinto. Petkoff logró con gran dominio visual una síntesis de lo que su director buscaba dando a luz tan significativa figura.
Una dirección de actores muy presente y lograda hace que los vínculos entre personajes sea de una sustancia casi palpable. La búsqueda de una escenografía clave y despojada encuentra su lugar con sublime belleza. Quien se ubica en el centro de esta pieza es Mirjana, interpretada por una Jimena Pérez que nutre los vínculos y logra tenderle a sus compañeros los cimientos necesarios para levantar tan satisfactorio espectáculo, asume con total madurez un lugar de enorme exigencia y responsabilidad, el elenco de la Comedia Nacional y su actriz invitada sostienen con gran determinación y claridad su lugar en este drama. Precisión es lo que distingue a esta gran dirección, lo que hace de su conjunto, una obra de arte.