Rosana Malaneschii

Rosana Malaneschii

Artista participante de la exposición "Escalante por Nieto".

Rosana Malaneschii Delgado (socióloga (UdelaR), especialista en gestión cultural (UdelaR), docente universitaria (Universidad ORT, Uruguay), escritora. Montevideana.
Su obra ha obtenido premios y distinciones nacionales e internacionales. Entre los primeros, ha obtenido, en la categoría Poesía, el Premio Onetti (Intendencia de Montevideo, 2017) y la primera edición del premio Diáspora (Consejo Consultivo de Pelotas y Región e Intendencia de Montevideo, 2017). Creadora de la dramaturgia poética, ha participado de distintas exposiciones escenificando poesía y utilizando la
técnica fotográfica como soporte. Curadora y gestora de Zona poema (2009/2019), festival poético, urbano y de diseño de la ciudad de Montevideo. Fue presidenta de la Casa de los Escritores del Uruguay desde el año 2010 hasta el 2013 inclusive.

Rosana Malaneschii
Diario de creación.
Meditaciones.

Hoy es sábado 14 de agosto y hace frío. Estuvo nublado la mayor parte del día. El cielo montevideano fue un macizo gris. No pude sacar nuevas fotos para mi selección de única foto y salí a comprar algunas cosas para el escenario. Telas. De distinto tipo. Forré el piso del escenario con el blanco mármol y negro, damero, fotografiado del Solís.
Coloqué luego una cortina vieja, color natural, con herrumbre y roto. El resultado final fue completamente griego. Mármol y tela tienen esa cualidad y al agregar el nuevo cubo en el escenario, también marmolado, aparecen en mi mente columnas. Parece ruina.
Ruinas. Desde ese momento, me fui al coro y, al volver, eliminé la tela. Creo mejora.
Cambié, además, de lugar la luz. La puse tal como era la que llegaba y como será siempre, pues la foto la busco toda vez en el mismo lado. La puerta balcón de mi estudio, orientación sur y este, orientación río, estuario, en la breve hora de sol.
Tempranero. Mañana no podré trabajar mucho, porque no estaré en Montevideo.
Seguiré el lunes. Hoy es domingo 15 de agosto. Volví a Montevideo. Temprano fui al paisaje de la infancia y, tal como dice mi verso, la infancia es el paisaje donde quiero morir. El día estuvo lleno de nieblas. Los lugares, cerrados sobre sí mismos, daban al mundo la perspectiva negada. Todo es, era, aquí y ahora. Igual en la foto: perspectiva negada y la mirada obligada a recorrer las mismas cosas e ir encontrando quién sabe qué. Objetos. Los objetos. Hoy es lunes 16 de agosto y otra vez la mañana se llenó de nieblas, neblinas. No tengo sol visible, no podré tomar nuevas fotos. Juego un poco con los objetos en la mesa. Imagino un cambio de lentes, encontré unos parecidos a los de Laura Escalante. Pensé, entonces, sustituir los puestos. Sin embargo, me invade un cierto disgusto: no quedan bien, ocupan demasiado espacio. Entonces, decido colocarlos junto al escenario. A este último lo he recubierto de tul blanco, blanco tul. Podría parecerse un poco a la niebla. Y como el escenario es la representación de una caja, contenedor de memorias, la niebla hace bien. Quiero decir, se adecua. No hay memoria, recuerdos, sin veladuras ni sombras. Y todos los objetos contenidos en la caja, aún la propia caja, ya no son: han sido. Papeles viejos, escritos, arrugados, fotografías de infancias pretéritas, disfraces ya inexistentes, trocitos y banditas de tela, rosas secas, imágenes miniaturizadas de obras de Amalia Nieto, lentes. No obstante, todas esas cosas permanecen, vuelven a ser algo hoy en esta "obra". Una naturaleza muerta. Hoy es martes 17 de agosto y, de nuevo, sin sol. Me pregunto por qué creo es una naturaleza muerta. Bodegones y floreros son las clásicas, en mi obra no hay más que, tal vez, dos pequeñas rositas secas, amarillos sus pétalos, cansado y quebradizo su tallo. Miro la superficie de la mesa y son, todo, cosas. Podría decirse una vanitas, porque muestra la persistencia de los objetos en contraste con la fugacidad de la vida. Tan fugaz la vida que no hay presencia humana en el escenario. Tan solo detalles, índices. Se muestra, podría decirse, por omisión. Nada de lo contenido allí podría existir sin humanidad, salvo las flores. De Laura Escalante, su foto. De Amalia Nieto, fotocopias de sus obras.
Hay un acercarse a ellas, dos desconocidas, a través del detalle. De Laura, su carácter.
De Amalia, lo lúdico, el uso de las sombras, algo de sus colores, algo de su acercamiento a la infancia. Finalmente, la obra será Acrobino. Conseguí una pequeña bailarina y estará en el escenario desnudo junto a un pequeño niño. Y el poema.

A mi sombra,
todo lo mojado
cesa.

Es ese. Eso. Apenas tres versos. Los vinculo, fuertemente, por su pasión obstinada, a Laura. En el poema, surge una oposición muy fuerte entre lo seco y lo húmedo.
Clásicamente, lo húmedo corresponde a lo femenino, al paso del tiempo y a la muerte.
El agua y los sueños de Gastón Bachelard, tanto como la conocida y banalizada idea de yin-yang, ilustran la asignación simbólica de valores a lo húmedo y lo seco. En este marco, lo seco sería un atributo masculino y se vincula a la atemporalidad y la vida sin descomposición o vida eterna. Del texto de Claudia Pérez sobre Escalante puede desprenderse, en dicha última persona, un logro de este tipo. Alguien que accede a la vida pública y a la atemporalidad, lograda a veces, de las obras cumplidas. Esos versos conjugan, además, con la presencia de las sombras, materiales ya, en la obra de Amalia.
A ella la veo más dúctil, moviéndose de otra manera, con otros cimbreos vitales. La sombra es, también, condición de la memoria, tal como fue ya escrito. Miércoles 18 de agosto, es hoy. La memoria y la caja. Las cajas. Tengo en casa un arcón lleno de cajas y cajitas llenas. Son un soporte de la memoria. En el pequeño y viejo diccionario etimológico dice caja: pieza para encerrar algo en ella. Por supuesto, impacta.
Encerrar recuerdos es como querer retener el agua con las manos. El término llega al español desde el latín, capsa, del verbo capere, atrapar. La idea de atrapar lo inasible, lo indefinible, lo que no se sabe cómo es, es sobrecogedora. Me viene a la mente el recuerdo de un relato, aquel en el cual Iván, el arquero del Zar, debía ir a no se sabe dónde a traer no se sabe qué. Abrir una caja, una cajita, es eso. En el interior de las cajas lo mojado cesa y un fósil algo representa. Con él ya en la mano se viene de no se sabe dónde, trayendo no se sabe qué. Hoy es miércoles 18 de agosto y también está nublado.
Apenas puedo creer que falten el sol y el cielo tantos días seguidos. Montevideo es un fantasma de sí misma. Un escombro incoloro. Acaso, una plegaria sin fe. 19 de agosto, jueves. Una nube se ilumina brevemente. Se apaga. Una luz anémica, instantánea, entra a mi estudio. Amarilla y anémica. De sol parecido a luna. Otra mañana más de blanda grisura. El sol aparece, cada tanto, en negativo. Acaso los recuerdos son el negativo del pasado. Sólo que, me doy cuenta, los negativos no existen más. Ahora todo es instantáneo y digital. El escenario que preparo, mi obra de dramaturgia poética, es una caja de memoria. La foto representa eso. Es la superficie de madera de una mesa, una antigua mesa (era de mi abuela) con una caja (también de mi abuela) y, allí desparramados, los objetos como salidos del interior no visible. Muchos objetos, más de los posibles, la caja es cornucopia. Estará presentada en la sala Estela Medina sobre la misma mesa mostrada en la imagen. Puesta en abismo, ese juego de muñecas rusas donde algo sale y vuelve. De sí mismo y a sí mismo. Así es la memoria. Hoy es 21 de agosto, sábado. De nuevo, igual que ayer, viernes 20, mañana sin sol. Fui al CIDDAE.
Estuve mirando, básicamente, impresos. Me traje dos cosas útiles para mi obra y alguna idea de perfeccionamiento. Mientras allí estaba me di cuenta de cómo y cuánto todo es memoria. La caligrafía, la ropa, la juventud fotografiada de tantas personas ya muertas.
Y mucho de todo eso vino guardado en una caja. Azul. Pude ver el vestuario de Acrobino, me traje alguna idea. Un esfuerzo pequeño de la imaginación puede ayudar a ver esa sala, la del CIDDAE, de lectura como una caja. Y uno es personaje manejando presente ya pasado. En sus memorias, Laura escribe: El teatro transformado en recuerdo, en melancólica nostalgia. Y uno está allí manejando esa sustancia, el
recuerdo. Mi material en esta obra es el recuerdo, los recuerdos. ¿Cuáles manejar? ¿Qué se guarda con nostalgia? Tantas cosas, tal vez. Su foto de niña, seguramente, su manuscrita, el programa de la obra, la tapa de su libro. De Amalia, su obra para niños y la sensorialidad de la materia: la forma, el color. Un universo siempre con algo de infancia, de niña, porque siempre se conserva algo lúdico si se es pintora. ¿Y si se es escenógrafa, directora de teatro? Siempre alienta la maravilla inicial. Bien narrado por
Laura, sin esa semilla no habría, tal vez, melancólica nostalgia. Estamos ya en 22 de agosto, domingo. Domingo 22 de agosto. Nublado y agua. Penden gotas. Cuelgan de la larga rama del invierno en la ventana. Algunos pájaros. Un día más de escenario latente.
Me gusta colocar pequeños muñecos, formar un universo en miniatura. Hoy, he resuelto colocar esos muñecos también en la foto. Escribo hoy, porque tal vez no sea así mañana, pero creo, lo haré. Me gusta que los muñecos se miren a sí mismos o estén cerca de sí mismos. ¿Cómo es mirar las fotos propias? Sentarse allí, sacar lo viejo y verse. El aro de la bailarina lo hice de cobre. Me parecía bueno ver fulgir la luz. Intentarlo, al menos.
23 de agosto, lunes. Otra vez, sin luz en la hora precisa. Hoy me ocuparé de las nuevas fotografías, piso del escenario y nueva escenificación en la mesa. Domingo 29 de agosto. Pasaron unos días sin escribir. Fueron días de sol temprano. Los dediqué a sacar
fotos, fotos, fotos. Hacer pruebas. El proceso está en marcha y el producto final todavía lejano. Las curadoras me proponen una suerte de depuración y entiendo por qué. Hoy probé otra cosa. Cambié la caja. Ahora es anónima y cuadrada. Y es una metáfora de la memoria. Está abierta. Llena de nube (texturas), esa nube sale, invade un poco, y en ella aparecen el niño y la bailarina envuelta en tul y aro de Acrobino. En la parte interior de la tapa, a la vista, pues está abierta, se lee el poema. Obviamente, mucho más integrado
todo. Afuera, va un cubo, más pequeños, de 4x4, forrado con la impresión de los experimentos cúbicos de Nieto. También, papeles escritos con manuscrita. Uno tiene la manuscrita de Escalante. Esos papeles, la caja cúbica y los cubos proyectan sus sombras. Es maravilloso. Descubro o percibo el sentido de la búsqueda de la forma pura o, al menos, el efecto estético de las sombras proyectadas. El cambio, al cual considero positivo, empuja, como es imposible no sea, otros cambios. El problema, ahora, es el blanco. Debo dejar de lado la mesa de madera de mi abuela y pensar cómo logro una superficie blanca en la cual las sombras se vuelvan macizas. En mi opinión, avancé
muchos pasos hacia la terminación y me alejo de lo representacional. También cambié la forma de la presentación. Estuvo Martín, mi sobrino, y me dijo lo importante: vos sos escritora. Ahí me di cuenta de cómo no lucía el poema y de cómo lo visual era un
demorarse en no saber bien cómo hacer. No preciso imitar un teatro, es una caja de recuerdos. Entonces, para seguir con la puesta en abismo, la imagen irá en una caja con visor y, si hay un piso en la caja, señal lejana de un escenario, estará, tal vez, vacío. O sólo tendrá un cubo. Irá revestido de damero. También, al irse la mesa, debo pensar el soporte. Será uno del Solís, blanco. La renuncia a la mesa es la renuncia a lo poco de húmedo aparente en la obra. Porque la madera, si bien resiste a la destrucción y va guardando el tiempo en ella, se corrompe. Igual, ahora, según creo, las ideas cobran fuerza. Me falta pensar el nombre, lo haré al terminar, pues aún no sé cómo será. Pienso en este trabajo sobre la materia y me digo cuánto tiempo y cuánto de cierto en no quedarse con la primera idea. No es simplemente no quedarme; sobrevino otra, pero esta otra visión sobrevino o nació del trabajo. Me pregunto cuál es la materialidad de la escritura y cómo va cambiando el texto escrito cuando se trabaja. A veces, los versos deben permanecer pues sólo pueden ser tal como aparecen. Otras veces, se busca un poco, pero nunca tanto. El trabajo excesivo algo les saca. Un nombre interesante es Cajas chinas. Pero con sus significados de técnica, tan precisos, no sé si no será pretencioso. Sin embargo, la memoria es una caja china. Y podría volver a la definición de caja, (pieza para encerrar algo en ella) y a las mamuhskas. Es maravilloso una caja encerrando otra y así sucesivamente hasta el imposible o posible infinito. Bueno. Quedo pensando en el blanco y en la nueva caja final. Y en alguna necesidad planteada por la luz. Debo averiguar cuánto tiempo falta para la puesta. Hoy es primero de setiembre y la maqueta está pronta. Ayer saqué la fotografía. Fue una lucha contra las nubes. Un ruego, más bien. Por fin, a la hora del sol preciso estuvo despejado y claro. Me gusta mucho como quedó. Los objetos volaron, la mesa voló, las fotos también. Sobre blanco una cajita guardada en otra, también blanca. La obra se llamará Caja china, sin plural.
Queda a resolver el tamaño. Hoy es sábado 3 de setiembre y Caja china fue aceptada, por lo tanto, entregada. Barquito de papel, seguirá su marcha.

Antes de terminar dejo escritos los agradecimientos, porque, por suerte, toda bitácora los tiene. Agradezco al profesor Peter Gossweiler, por sus clases. A las curadoras, Soledad Hernández y María Inés Strasser por su cordialidad y seguimiento. A mi familia por sus ocasionales colaboraciones. A Guillermo Baltar por su apoyo. A Manuel y a Guzmán. Este último, ganó el título de colaborador oficial.

Caja china: poema objeto, técnica mixta.

Obra: Acrobino.
Caja china es una obra de dramaturgia poética. En el poema (A mi sombra,/ todo lo mojado/cesa./) se oponen lo seco y lo húmedo. Clásicamente, lo húmedo corresponde a lo femenino, al paso del tiempo, la muerte. El agua y los sueños de Gastón Bachelard, tanto como la conocida y banalizada idea del ying-yan, así como el mundo del manga y el animé, ilustran la asignación simbólica de valores a lo húmedo y lo seco. Lo seco sería un atributo masculino y se vincula a la atemporalidad y la vida sin descomposición o vida eterna. De Laura Escalante, clóset y creación (Claudia Pérez, 2018) puede desprenderse un logro de este tipo. Escalante, accedió a la vida pública y a la atemporalidad, lograda a veces, de las obras cumplidas. Esos versos conjugan, además, con la presencia de las sombras, materiales ya, en la obra de Nieto. La sombra es, también, condición del recordar. Caja china es una metáfora de la memoria. La memoria y la caja. Las cajas. Tengo en casa un arcón lleno de cajas y cajitas llenas. Son un soporte de la memoria. En el pequeño y viejo diccionario etimológico dice Caja: pieza para encerrar algo en ella. Por supuesto, impacta. Encerrar recuerdos es como querer retener el agua con las manos. El término habría llegado al español desde el latín, capsa, del verbo capere, atrapar. La idea de atrapar lo inasible, lo indefinible, lo que no se sabe cómo es, es sobrecogedora. Me viene a la mente el recuerdo de un relato, aquel en el cual Iván, el arquero del Zar, debía ir a no se sabe dónde a traer no se sabe qué. Abrir un arcón, una caja, una cajita, una memoria, es eso. En el interior de las cajas lo mojado cesa y un fósil , un recuerdo, algo representa. Con él ya en la mano se viene de no se sabe dónde, trayendo no se sabe qué. La memoria es un estado sin palabras. Mudamente, acaso, en Caja china surjan Acrobino y sus creadoras.//Montevideo, 6 de de setiembre de 2021.

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